sábado, 21 de marzo de 2009

Paraguayo rabioso

Francisco Esteche es paraguayo, tiene 35 años y está dando sus últimos respiros en el fútbol. Su carrera no ha sido brillante, pero tampoco opaca. Si hasta jugó por la selección de su país y ganó la Libertadores con Olimpia.
Pero el hombre no ha querido colgar los chuteadores y a principios de año decidió fichar por el Jorge Wilstermann, club boliviano que le propuso tratarlo como estrella.
El asunto iba de maravillas, el ducho Esteche era crack del equipo y sus compañeros lo veían como todo un referente. Eso, hasta que el último domingo metió las patas en el barro. Y bien en el fondo del barro.
Wilstermann jugaba contra Universitario y Esteche fue a pelear una pelota que ya estaba perdida. El guaraní chocó con un rival y se fue derechito al suelo, pero el árbitro Joaquín Antequera lo miró con cara de "párate que a tí no te compro".
Esteche se indignó y le gritó de todo al juez, que en el acto lo amonestó. Mal, porque el futbolista se enojó más aún y se fue encima de Antequera, que, muerto de susto, sólo atinó a poner las manos en el estómago del jugador, como para detenerlo. Mal de nuevo, porque ahí sí que se irritó Esteche.
Violentamente, el paraguayo se quitó de encima las manos del árbitro y sacó pecho. Antequera, que transpiraba helado, quiso terminar con la situación antes de que quedara la escoba y le enrostró la roja. "¡Fuera!", le dijo y Esteche que fue por lo suyo, igual que en el 2006, cuando jugando por Olimpia le dio un pisotón a un juez.
Esta vez, haciéndose el vivo, el jugador le pegó un par de puntapiés por debajo al árbitro y ahí se armó la grande. Obviamente, Antequera expuso las pataditas que le dio el guaraní en su informe y ahora el jugador arriesga una sanción de, por lo menos, 40 partidos.
"Estoy arrepentido y no debí reaccionar así, pero el árbitro me empujó la barriga", se lamentó Esteche, mientras el pobre Antequera seguramente intentará hacerse un sahumerio.
El año pasado, Maximiliano Blanco, argentino del Blooming, también de Bolivia, fue castigado por 40 fechas por agredir a adivinen quién: sí, a Antequera.

martes, 10 de marzo de 2009

A este árbitro sí que lo pillaron

Una vez, hace ya varios años, en el estadio Santa Laura, los hinchas que estábamos presentes no entendíamos qué diablos estaba pasando.
Justo detrás del arco norte, donde se supone debía estar la barra de uno de los equipos que jugaba esa tarde, no había una tropa de idiotas cantando como monos (que me disculpen los monos), sino que un reducido grupo de muchachos bañados en negro.
Poleras negras, banderas negras, bolsas de basuras negras, papel picado negro. Todo lo que había era negro. "Alguien estará de luto", soltó un caballero barbón que estaba a mi lado.
Pero pasó un par de minutos y la cosa se empezó a aclarar. Uno de los que lucían de negro sacó un cartel que rezaba "Árbitro estamos contigo".
Más claro quedó el asunto cuando los jueces del encuentro aparecieron en la cancha y, mientras todo el estadio los pifiaba, este ramillete de hinchas extraños comenzó a cantar.
Cuento corto, se trataba de un piño de universitarios que intentaba sumar puntos para una competencia de su facultad. Nadie en su sano juicio, menos alguien que vibre con el fútbol, puede alentar a un árbitro.
Bueno, eso no pasa en ningún lado y menos iba a ocurrir en Bélgica, donde este último fin de semana un juez suplicaba por una barra como la que esa vez estuvo en Santa Laura.
Se trata de Peter Vervecken, quien en un choque de la liga belga entre Gante y Tubize sufrió como condenado. El partido lo ganaba el local por 1-0 cuando al hombre de negro pitó un penal para el cuadro que estaba en ventaja.
Según cuentan, Vervecken se dio cuenta al instante que había metido las patas hasta el fondo con su cobro y, lo primero que hizo, fue correr hacia el portero que se acomodaba para ser fusilado. Dicen que el árbitro miró a los ojos al arquero Nicolás Ardouin y le rogó que tapara el tiro.
"Después de cobrar penal, el árbitro me dijo sávame y páralo, por favor", confesó Ardouin, que obviamente no atajo el penal. El muchacho contó la anécdota muerto de la risa, ni siquiera preocupado por la derrota de su cuadro por 2-0.
Pero el pobre Vervecken se defendió. "Simplemente animé al portero. Nada más. Posiblemente, me comprendió mal", dijo el réferi, que a esas alturas ya no tenía cómo echar la historia atrás.
Ahora, una sola pregunta: ¿No era más fácil ir donde el ejecutante del penal y rogarle que lo pateara a las nubes? Da lo mismo, los más probable es que ese jugador igual hubiese marcado, además de soltar el caset.